Fenomenología hermenéutica y diferencia*

por Dr. Hipólito RODRIGUEZ PIÑEIRO

Nos hemos propuesto en este trabajo indagar la génesis fenomenológica de corrientes del pensamiento contemporáneo que convergen en la crítica de la metafísica operante hasta Husserl, pero que a la vez derivan de éste sus motivos para la crítica. Por razones obvias hemos limitado nuestra tarea a la hermenéutica que proviene de Husserl y Heidegger y al pensamiento llamado desconstructivo de Jacques Derrida, y en ambos casos nos hemos limitado a su vez a su crítica y su recepción de la fenomenología. Hemos centrado por fin el análisis en algunos temas que consideramos centrales y decisivos en nuestra situación, lo que esperamos ir mostrando en la marcha y en la conclusión del trabajo. Ellos son el lenguaje, la intersubjetividad y la historia. En concordancia con este objetivo tomaremos como objeto de análisis algunos textos fundamentales de la fenomenología y su crítica hermenéutica y desconstructiva.

Partimos de la lectura desconstructiva que lleva a cabo Derrida respecto de la fenomenología. En su libro La voz y el fenómeno muestra cómo en el comienzo de la fenomenología, en las Investigaciones Lógicas se proyecta ya la totalidad del horizontes de la fenomenología a la vez que los supuestos permanentes de la metafísica que sin embargo la fenomenología se proponía superar. Destino paradógico del pensamiento que llegará para Derrida también hasta Heidegger. Aquellos supuestos se reiteran en la reducción transcendental y en todas las oposiciones que ésta abre: hecho y esencia, transcendental y mundano, presencia y ausencia, interior y exterior sensible-inteligible, alma-cuerpo, logos y escritura.

Derrida ve en la distinción hecha por Husserl entre dos sentidos de la palabra signo -señal y expresión- y la exclusión de la señal del ámbito del discurso, el gesto que reitera y consuma las oposiciones jerárquicas de la metafísica occidental. La estrategia de lectura desconstructiva consiste en señalar cómo lo desplazado como exterior, suplementario, derivado, habita en el interior de la clausura logocéntrica y hace posible señalar su propia autodesconstrucción.

Lo propio de la expresión –Ausdrück– es para Husserl el tener sentido o significado1, el ser vehículo de un “querer decir”, de una vivencia intencional de significación que apunta a una objetividad ideal, el significado, y por medio de éste a algún objeto presunto o efectivo. No se trata de una distinción sustancial sino funcional. Ambas funciones van siempre entrelazadas en el discurso hablado, y la separación es sólo una abstracción. La palabra es expresión de significados y a la vez indica o señala las vivencias del hablante.

Mediante las connotaciones gestuales, tonales, rítmicas y otras situacionales, la palabra en su función señalativa nos notifica de las vivencias del hablante, que no nos son presentes en sí mismas sino por medio de los indicios “expresivos”2. En general las señales se presentan a la descripción fenomenológica como signos que producen en alguien, a partir de su presencia, la creencia en situaciones existentes no presentes. ( I.L. I.par.2. Puesto que la señal cumple la función de notificar al oyente las vivencías del hablante, éste puede prescindir de ellas ya que sus vivencias le son presentes en el mismo instante en que las expresa. En la conciencia de este acto y correlativamente el significado expresado. Presencia del sentido y presencia de la conciencia a sí misma se corresponden y condicionan. El signo en su función expresiva no escancia una ausencia, sino que se neutraliza como sustancia significante para hacer aparecer la presencia inmediata del significado en y para la conciencia presente a si misma. El valor de la presencia es pues aquí definitorio de la concepción del signo de Husserl: presencia de la conciencia a sí misma, sin mediaciones, en el mismo instanteimselben Augenblick– y presencia como ideal del significado, que permanece él mismo a través de la multiplicidad de vivencias síquicas que lo intencionan como siendo -siempre el mismo.

El valor de la presencia es definitorio de la concepción del tiempo que está a la base de la metafísica occidental, de la metafísica de la historia tanto como de la historia de la metafísica. Es la época del logos y de lo phoné. En la voz el logos está presente a sí mismo, el espíritu como soplo se hace voz. Se conserva, pero perdiéndose a la vez, en la letra, en la escritura, en el cuerpo del logos, en la escritura como cuerpo, exterioridad, sedimentación sonambúlica, muerte de la conciencia, de la vigilancia logocéntrica. La inscripción y la imagen, las huellas inscriptas en el sueño de la caverna, son reflejos mortecinos del sol, a su vez hijo del logos, y están destinados a sacrificarse en la luz sin pestañeos del padre de la luz, de ese mediodía sin sombras, que sin embargo de manera extraña produce como hijos ilegítimos las imágenes, la escritura y el tiempo. (La Diseminación). En el mediodía de la metafísica, en la glorificación de la presencia,la identidad del sentido se mantiene desde el origen al telos, el sentido de la historia es la historia del sentido, la usura del sentido que no pierde nada de los orígenes, linealidad sin rupturas que no informa sólo las filosofías de la historia idealistas sino a toda la filosofía de la historia, también a la materialista3. La usura del origen permanece en el telos. Este reítera la identidad llevando a la eclosión luminosa lo que apuntaba ya en la mañana de la historia. Identidad etnocéntrica del logos occidental, de escritura fonética, de la usura occidental, reasegurada contra toda alteridad, contra toda pérdida o gasto superfluo, contra todo derroche, contra toda alteridad que haga peligrar la vigilancia de la conciencia y el dominio técnico, el sometimiento tecno-lógico de la alteridad, de las escrituras no dominadas por el logos, de las zonas de sombra marginadas del logos, de la usura del logos, del Otro4.

Pero, como decíamos, el texto metafísico lleva en sí mismo su propia excedencia, su propia transgresión, la propiedad del texto metafísico occidental se desapropia a sí misma. Propiedad y desapropiación, economía de la usura y de la propiedad y diferimiento, excedencia, cohabitan el tiempo de la metafísica, escinden la metafísica del tiempo5. Propiedad y desapropiación, valor de la propiedad y de la presencia y desapropiación, diferencia, diferimiento como “origen”, habitan el texto de Husserl y también el de Heidegger.

En Husserl, su teoría del tiempo descontruye la metafísica de la presencia, operante en la teoría del signo expuesta en las Investigaciones Lógicas.

Husserl no modif icó aquella teoría del signo, que mantiene también en Krisis6. Ello explica la tensión interna de los textos de Husserl, la dificultad para desconstruír la metafísica que por una parte se ha excedido sin poder darle a esa excedencia un lenguaje que no pertenezca ya a la metafísica.

Según la lectura no metaf ísica del texto de Las lecciones sobre la conciencia inmanente del tiempo, leyendo lo que en ese texto excede a la metafísica, el valor de presencia pierde su privilegio. No hay presencia de la conciencia a sí misma porque el presente está constituido internamente por las trazas retencionales y protencionales. La presencia de la conciencia a sí misma está en un diferimiento constitutivo, la presencia es sólo huella de la ausencia. Lo “originario” es el espaciamiento como temporación, la temporación como espaciamiento7.

Si el presente se escinde en sí mismo, se constituye como traza, huella, se escinde el presente viviente como sistema de impresión originaria, retención y protención, se borra la frontera entre recuerdo primario y secundario, entre Erinnerung y Wiedererinnerung, entre presencia del pasado y ausencia, y por tanto entre yo mismo y el otro, entre presencia de mis expresiones significantes para mí mismo y ausencia indicada por las señales, indicios, trasas, entre tiempo viviente, continuidad del sentido y alteridad y ausencia constitutivas del pasado que sólo se da en las huellas y como huellas. La “originariedad” de la huella, haría imposible constitutivamente toda reconstrucción hermenéutica del sentido, toda cotinuidad de la historia, toda reducción del pasado a la mismidad del presente. Derrida parece adjudicar a la hermenéutica la pertenencia a la metafísica8 lo que hemos llamado la usura, la identidad del SENTIDO. La discusión entre hermenéutica y desconstrucción no está cerrada sino que ofrece perspectivas de diálogo que abren el futuro. Por ello mostramos como una lectura hermenéutica del mismo texto de las Investigaciones Lógicas muestran en él la ruptura de la clausura metafísica. El descentramiento del sentido, la ruptura de la clausura metafísica no es pues sólo propiedad de las lecturas desconstructivas. Esto es lo que mostraremos con la lectura llevada a cabo por Paul Ricoeur de la Primera de las Investigaciones Lógicas9.

Paul Ricoeur muestra que la significación, en la Primera Investigación, no se concibe sin la referencia a la intuición. El carácter de estar referidas a la intuición sería no solo propio de las significaciones esencialmente ocasionales sino de toda significación como tal. Esta no sería pues autosuficiente. Pero la intuición a que remite la significación no es la presencia compacta y simultánea de un objeto, sino la interpretación-Auslegung– de un sentido esbozado en los datos intuitivos, anticipado, pero no dado en el sentido de presente sin fisuras. La Auffassung como lectura, percepción interpretante, remite la significación no a una presencia sino a un horizonte, de modo que implícitamente, se salva ya en Investigaciones Lógicas, la dimensión de la ausencia como constitutiva del sentido.

A esta doble lectura, desconstructiva y hermenéutica, de la Primera Investigación, referida a la teoría del signo de Husserl, seguirá la lectura hermenéutica de Paul Ricoeur referida a las Lecciones sobre la conciencia inmanente del tiempo y los matices diferenciales con la lectura desconstructiva que ya habíamos señalado10. Como habíamos señalado, la diferencia está en la acentuación de la continuidad por parte de la hermenéutica, sin caer en la metafísica de la presencia, en el privilegio del presente, sino remitiendo el presente a la red de perspectivas entrecruzadas que lo constituyen, frente a los valores de alteridad y de ausencia que acentúan las lecturas desconstructivas.

El tema de la intersubjetividad lo abordaremos también mediante esa estrategia de confrontar las dos lecturas y tomaremos, como se comprende de suyo, el texto de la Vta Meditación cartesiana como punto de encuentro y desencuentro de esa confrontación.

La oposición y el juego de presencia y ausencia, de propiedad y desapropiación, surge también en la doble lectura de aquel texto de Husserl. Ricoeur señala la dimensión hermenéutica como recurso a la Auslegung, a la explicitación interpretante. Según esta lectura la propiedad (Eigenheit) no constituye un estracto de vivencias dadas a una intuición como presencia originaria sino un “origen” presupuesto o postulado en el límite de la exneriencia concreta, en la que lo mío y lo tuyo, lo propio y lo extraño, el yo y el tú, ego y alter-ego, se imbrican. El alejamiento, la experiencia de lo extraño, está también aquí en una especie de correlación dialéctica con la cercanía y la experiencia de la propiedad. No hay presencia originaria sino en el límite, nunca ac1ualizable, del entretejido de símbolos que constituyen los estrados de la “mónada concreta”. El ego, la propiedad como origen, es siempre diferido y nunca dado en presencia. Lo que hace posible la comunicación, la cultura, la intersubjetividad, es la posibilidad de la fusión de horizontes, del intercambio de perspectivas, de juego mediatizado por los símbolos de la cultura entre propiedad y alteridad.

Derrida acentúa la suerte de ruptura, de alteridad que el otro instaura, como principio de toda significancia. El rostro como huella de una ausencia irremediable, instaura la apertura como apelación, posibilidad de respuesta, es decir de responsabilidad y apelación a la responsabilidad. No hay rostro sin logos, diálogos, y recíprocamente, el logos comienza con el rostro, la mirada,como huellas de la ausencia, como trazas de los otros, del Otro, apertura del ser antes del ser, apelacion ética anterior al ser11.

Toda violencia, pero también la posibilidad del diálogo, del consenso, de la paz, se instaura con el rostro como huella del Otro. La violencia que ejerce el ego, la reducción del otro a lo propio, es posible porque el otro es otro. Lo que aparece en el aparecer, el fenómeno del alter-ego, es precisamente la no fenomenalidad, el no aparecer. Esa irrupción del Otro y de lo Otro es una violencia que me obliga a la respuesta, pero no hay paz posible sino en esa lucha de las conciencias, en esa economía de guerra. El silencio, como la guerra total, son lo anterior a lo humano o lo que está más allá de lo humano. También el lenguaje poético es violencia. La iluminación del sentido, desde que es articulación, es acotamiento y exclusión a la vez que apertura y lucha por la apertura.

Por último tomanos el texto de Ser y Tiempo como campo de convergencia y divergencia de las lecturas hermenéutica y desconstructiva. El lugar de esa convergencia y esa divergencia son en este texto, tambíén los temas del lenguaje, el tiempo y la historia, y la intersubjetividad. Los nódulos que articulan las dos lecturas son también aquí las polaridades de lejanía y cercanía, propiedad y desapropiación, auténtico y no auténtico, originario y no originario, mismidad y alteridad.

La teoría de la mundanidad, del espacio y la significancia en la Primera Sección de Ser y Tiempo, rompe la clausura de la metafísica de la presencia y de las significaciones como constituídas por la conciencia. No obstante el Dasein es una especie de significante último o transcenden tal en cuanto centro de los proyectos que dan origen a la significancia. La hermenéutica de la temporalidad llevada a cabo en la Segunda Sección rompe también con la prioridad del presente, dado que el tiempo es éxtasis, que hay un solo éxtasis del tiempo y no dimensiones clausas. Así el estado de resuelto y la historicidad son modos de la temporalidad en que ésta es reiteración del pasado a la vez que proyección del futuro y apertura de la situación. Pero a la vez Heidegger no abandona el lenguaje de lo transcendental de la metafísica, del pensamiento fundamentalista: la Eigenheit mantiene su privilegio como origen, propiedad, como conciencia moral, como voz. Y este privilegio se refleja en el problema de la intersubjetividad y en el tema de la historia. La autenticidad aísla al Dasein del ser-con y del mundo y por tanto también del tiempo histórico, en cuanto éste no es un tiempo personal, finito, abocado a la muerte. La muerte de los otros, en efecto, no se hereda ni se reitera.

Concluimos con una síntesis de las convergencias y divergencias entre hermenéutica y desconstrucción e introduciremos aquí también las divergencias y convergencias de la crítica de las ideologías de Habermas, con aquellas dos corrientes de pensamiento.

*El presente trabajo es la Introducción a la tesis de  doctorado presentada y aprobada en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNBA en febrero de 1989. Fue leído como ponencia en el XII Congreso Interamericano de Filosofía (Bs. Aires, julio de 1989).

NOTAS

  1. Como se sabe Husserl no distingue todavía en Investigaciones Lógicas entre sentido y significado, lo que sí hará a partir de Ideas I.
  2. “Ausserungen”. En castellano no tenemos dos vocablos para esos dos sentidos de expresión: expresión como expresión del sentido:-Aussdrück- y expresión como manifestación de las vivencias subjetivas -Aüsserung-.
  3. Positions, en Marges de la philosophie, p.68.
  4. De la Gramatología, cap. 2,1.
  5. Espolones, p.74,ss. Ousía y Gramma, passim.
  6. L’origine de Géometrie. Introductión.
  7. La différance. Espolones. Posiciones.
  8. Espolones, passim. La Diseminación.
  9. Paul Ricoeur: Phenoménologie et Hermenéutique.
  10. P.Ricoeur: Temps et Récit, vol.III.
  11. Violencia y Metafísica. (en La escritura y la diferencia).

Universidad Nacional de Salta